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La Escritora Marta Brunet en las letras de Chile

Nicomedes Guzmán

 

No es quehacer muy asequible pretender localizar en algún lugar preciso de la literatura chilena a una personalidad tan recia y, sobre todo, tan variada como Marta Brunet. Desde la publicación de "Montaña Adentro", novela que conmovió en 1923 la tranquila topografía criollista de nuestro relato, hasta "María Nadie", capítulos narrativos en donde la novelista asume definitivamente su cargo de gran creadora, el tiempo la ha venido señalando como uno de los más poderosos personeros y mantenedores de lo que pudiéramos llamar la avanzada de nuestras letras.

No pueden caber dudas de que, hecho el recuento mental en lo que concierne a nuestra literatura durante la primera mitad del presente siglo, e incluso considerando la segunda mitad del siglo pasado y tramos de décadas anteriores, que tuvieron como baluarte a la Generación de 1842, con José Victorino Lastarria a la cabeza, la literatura nuestra ha logrado una madurez decididamente briosa y categóricamente ejemplar.

La seguridad de marcha, muchas veces forzada, con que los cuentistas y novelistas, en particular, han venido dando cuerpo al relato nacional, emociona, trasmitiendo su propia emoción creadora, y vitaliza, comunicando su propia vitalidad humana.

Hemos dicho emoción creadora y vitalidad humana. Y esto que pudieran parecer lugares comunes, al aplicarlo a Marta Brunet recupera toda su esencia y todo su sentido más exacto, entrañable, profundo, a la vez que su dimensión menos sobornable. Si algo hay de original en la obra de Marta Brunet son la emoción y el vigor con que se plantifica a ejercer su profesión de novelista.

Localizar su vibrante personalidad podría exigir el análisis severo de la obra de nuestros más connotados novelistas y establecer los ángulos comparativos indispensables y los sutiles hilos que la ligan a las más diversas tendencias que han dado movimiento a nuestra literatura novelesca. En el caso de una nota prologal como la presente sería lato afrontar este propósito que, de necesario, pasa, al tratarse de Marta Brunet, a ser inoficioso.

Un trabajo de selección como el que se presenta al lector ha exigido, sí, una vigilia lenta y cautelosa. Marta Brunet, así, espontáneamente, no da la impresión de un escritor acucioso, animado por el celo del estilo perfecto. No obstante, basta una inmersión por las espesas aguas de su obra para compenetrarse de su gran responsabilidad creadora que, a fin de cuentas, la define como uno de los novelistas chilenos más acabados y virtuosos.

Dotada de un talento singularísimo, acerca del cual, desde Alone a Ricardo A. Latcham, se ha hablado mucho, aunque no lo suficiente, afronta su faena novelística por el lado más caro: sonsacar el zumo de este talento apoyándose en un afán de perfección que, en ella, es sencillamente asombroso. Su condición natural de escritora se sorprende siempre aparejada a un intento de dignificación y ennoblecimiento de los materiales reunidos para el logro de sus propósitos.

Lo que nos debe atraer en estos momentos es la trayectoria seguida por Marta Brunet y las diversas características que, en esta trayectoria muestra, lo mismo que un repujado metálico, su obra.

Desde luego, su criollismo es discutible. Nace como criollista, es cierto, vistos los elementos que ella explota para darles forma a sus novelas "Montaña Adentro", "Bestia Dañina" y "María Rosa, Flor del Quillén". Estos elementos son los mismos que utiliza-ron criollistas cimeros como Mariano Latorre o Rafael Maluenda. De aquí su criollismo. No obstante, a este criollismo ella aporta nuevos motivos, aplica una sutileza de ahondamiento psicológico y una propia medida en el aprovechamiento estético del medio, vale decir, del paisaje. Así, su criollismo evoluciona, animado por un impulso que retorna habilidosamente un cuentista corrientemente magistral como Luis Durand.

A la esclavitud del paisaje a que sometió el relato chileno un escritor asombroso como Mariano Latorre, Marta Brunet opone una energía subyugante y promisoria: el hombre y sus secuelas en primer plano. No otra cosa nos comunican sus novelas citadas y, particularmente, su cuento "Don Florisondo", publicado a modo de folleto en1926 y que, a nuestro entender, produce la incisión más honda entre el criollismo novecentista y las nuevas fórmulas que se proponen para interpretar novelescamente al hombre chileno, sin desarraigarlo de su medio. "Don Florisondo", que más tarde Marta Brunet incluye en su libro "Reloj de Sol", es una pieza maestra en el orden cuentístico. Síntesis de una gran novela, "Don Florisondo" pudiera representar al arquetipo rural, montañés, primitivo natural a un Chile humano anónimo y padecido. Este es un cuento muy difícil de conseguir, pero de esos relatos que se fijan en el corazón de una nacionalidad, aplicados al rojo y para los cuales no vale ninguna muerte.

Existe una manía que persigue determinar la potencia de algunos talentos yendo a los orígenes raciales o sanguíneos de quienes los ostentan. El asunto no es desatendible, pero, hablando de un escritor o de un artista, nos parece un poco grotesco atribuirle a cierta savia del árbol genealógico el fenómeno humano de diferenciarse por sobre la masa y poder decir o expresar las cosas de una manera más o menos brillante.

Marta Brunet no ha escapado a este afán. En más de una biografía suya se habla de su ascendencia como si fuera esta propia ascendencia la que hubiera escrito las extraordinarias novelas que ella nos ha entregado.

Nuestra idea, sin descartar totalmente el influjo del atavismo, es que el artista es un ser independiente y forjador de su propio destino desde que el cordón umbilical fue roto y el nuevo ser conquistó su primera porción de libertad. Luego, y esto es lo más importante, es el medio, el ámbito de más o menos cultura, el que va dando forma y cauce a ciertas vocaciones.

Julia García Games dice que "Marta Brunet tiene la levadura de su raza", que "se la ha apropiado absorbiendo la pinta catalana de su abuelo paterno y las influencias de su madre española. Una mujer con inagotables reservas de voluntad y de fuerza, sin aprensiones secretas, espontánea para vivir, sin alegrías demasiado grandes ni decepciones excesivas".

Se dice que la gente "se da lo que se merece". ¿Qué es esto? Sencillamente aplicar a las dotes naturales un propósito de hacerlas madurar y salir adelante. La casualidad es disponer de ciertas dotes. La casualidad es tener el coraje mínimo o máximo de darles volumen y orientar estas dotes.

No creemos que sea fácil encontrar en Chile un fenómeno humano-literario como Marta Brunet. Importa mucho hacer la biografía suya, persiguiendo sus antecedentes, haciendo su prontuario que, a nuestro entender, es más noble que esa plata que arrancaban a cincel los extraordinarios "rotos" de Chañarcillo medio a medio del siglo pasado.

Hernán Díaz Arrieta, Alone, 1954, la localiza en su "Historia Personal de la Literatura": "BRUNET (Marta). La literatura femenina empieza a existir seriamente en Chile, con iguales derechos que la masculina, el año 1923, cuando aparece "Montaña Adentro", de Marta Brunet. La sorpresa de todos fue grande. Se esperaba una novelita de una señorita muy compuesta: se halló una recia obra, audaz, sólida, hecha de duros metales, inatacable en su brevedad; el dominio de la lengua, castiza y sabrosa, competía allí con el conocimiento de la vida. ¡Y qué mirada clara, recta, audaz para enfrentarla! Nada semejante se había visto hasta entonces en su género: se habló de Maupassant. Después, por espacio de treinta años, la autora ha producido reposadamente una serie de libros, apretadas novelas, una más voluminosa, "Humo hacia el Sur", donde influencias de americanos modernos la han desviado un poco, estilizándola, sin deformarla ni hacerle perder su carácter, que es: vigor concentrado, verdad tallada a cincel y colores fundamentales, sin penumbra, matiz ni debilidad".

Esto, en el orden académico o tradicional, no es una biografía. Es, un decir amable, pero verdadero.

Antes, en su "Panorama de la Literatura Chilena Durante el Siglo XX'', el mismo Alone ya había dictaminado:

"Marta Brunet tiene de su ascendencia catalana una sobriedad maciza en el dibujo de sus intrigas, simples y musculosas, en sus tipos de una pieza, campestres, cortantes, altivos, en sus paisajes diseñados con piedra de mosaico.

""Montaña Adentro", su primera obra y la mejor, la reveló armada de todas las armas y capaz de competir ventajosamente con los maestros del arte criollo. Describe la tierra del sur, copia el habla popular y colorea admirablemente escenas típicas donde no falta ni sobra el detalle. Todo está en el primer plano y se echan de menos medias tintas y vida espiritual; parece preparada para el teatro y sólo necesitaría algunos cortes para llevarse con éxito a las tablas. Ágil el diálogo, lapidaria y castiza la expresión, muy española en su regionalismo, "Montaña Adentro" queda como una pequeña obra maestra, briosa y dominante, de perfecta composición. Si su amplitud correspondiera a su intensidad, se destacaría no sólo aquí sino en todo el continente como un valor de primera fila".

Acaso Alone, con sus palabras tan breves, insinúe la ordenación de los elementos y juicios indispensables para darle extensión a la verdadera biografía de Marta Brunet. Y es que, en cierto modo, no creemos que las biografías deben estar compuestas con los datos tomados aquí, allá o acullá. En el caso de los escritores, las biografías las conforman sus propios libros. El estudio de un ambiente, la observación de los detalles tales o cuales, el retrato de ciertos personajes, la captación de algunos movimientos característicos, el tono de las voces, la modulación de las palabras son las pertenencias de un novelista como lo son el medio que le rodea, los alertas frente a su propia personalidad, sus costumbres mímicas, su estilo de hablar, y de aquí que, en el discurrir de sus personajes, en el desarrollo de sus intrigas, acaso se halle, permanezca y se eternice su vida más auténtica y verdadera.

Entre las propiedades más ostensibles de Marta Brunet --todo es ostensible y de gran volumen impresionista y emocional en su obra-- se hallan la energía y el dinamismo con que hace actuar a sus personajes, y actuar en todo sentido, desde el andar hasta el hablar.

Y a este propósito, no dejaría de ser trascendente, en todo su poder humanamente documental, hacer alguna vez una antología de novelistas chilenos en que ellos aparezcan en esta virtud sorprendente que es "dar vida a sus personajes" mediante todos los medios. Si esto se produjera, Marta Brunet estaría en la primera, y más robusta línea, entendido que ella es maestra para fijar en su literatura el gesto que se evade, el mohín que lo dice todo, la inflexión de voz que revela el secreto de un tormento o de una alegría.

Y bien, si hemos de abocarnos a la captación de algunos detalles biográficos de Marta Brunet, hay que decir que ella nació en Chillán. Sin embargo, su infancia cobra cuerpo en la ciudad de Victoria, donde vive hasta la adolescencia. Padre chileno, de origen catalán, y madre asturiana, hay en ella un armonioso equilibrio que acaso se determine en el tono apacible de su voz. Cariñosa, afable y entusiasta, aflora en ella ese don de gentes que debiera ser la base más sólida de la convivencia. En sus ojos claros, tan padecidos, seguramente a fuerza de aferrarse al retrato vivo de la existencia humana y telúrica, se mueve una suerte de ternura que corrientemente se trasvasa a su gesto y a lo canoro de sus palabras.

Puesta al margen absoluto de sus personajes, no dudemos de que en cada uno de ellos se halla en vigilancia un algo o un todo del carácter de esta escritora, cuya renovada labor resiste comparaciones, en razón de su brío siempre en tren de vasta originalidad.

Determinando la independencia literaria y su afán de renovación, además de su actuar; rompiendo amarras con lo absolutamente tradicional y rompiendo amarras consigo misma, con la obra que ha dejado atrás, podría estimarse que la liberalidad en que desarrolló sus estudios adicionó a su persona un humanismo que, sin estar ligado a las exigencias de lucha social en cotidiana vigencia, dotóla de una cualidad que podría estimarse acomodaticia y que, sin embargo, le ha permitido desarrollar sin trabas un ciclo literario-creativo de la mejor substancia.

Criollista en sus iniciaciones, revolucionaria en la imposición de un nuevo tipo de literatura vernacular, se interesa por la novela de tipo introspectivo, pero sin descuidar en momento alguno aquellos elementos relativos a la existencia rural chilena, hasta el punto de elaborar y refundir estos elementos, que se incorporan sorpresivamente y en forma casi permanente al transcurrir de toda su obra. Ejemplo indiscutible es su última novela, "María Nadie", donde todo determina que lo que allí se cuenta y se pinta ocurra en algún lugar del sur chileno, lo mismo que "Humo hacia el Sur", y más algún otro relato suyo en que se siente el calor de la tierra sureña de Chile, cómo se sienten los rumores de las cascadas o el olor de los barbechos llovidos.

La originalidad, la propiedad y la belleza única de un ambiente se respiran muchas veces, más que se miran. El panorama literario que ofrece la obra de Marta Brunet muestra lo sensorial: se ve, se huele, se palpa, se gusta, se oye. Podría atribuírsele una condición de escritora de sensaciones.

Faena casi titánica sería, en tiempo y espacio, compilar la galería de retratos humanos conseguida por Marta Brunet a través de su robusta obra novelesca. Todos sus libros están llenos y vibran de esta capacidad plástico-literaria que es una de las más avasallantes características. Mas, la verdad es que esta cualidad no se desplaza con simple afán descriptivo: hay una función en los rasgos de sus personajes que los mantiene siempre en vigencia ligados a sus determinantes psicológicas. Una arruga de rostro tiene siempre que ver con alguna arruga de alma. Es lo que descubrimos leyéndola o releyéndola.

Lo más lógico, y quizás lo más recomendable, sería disponerse a analizar aquí la totalidad de la obra de Marta Brunet en todas sus modalidades. Pero, para nuestros efectos, lo que nos atrae es su obra cuentística, y a ello obedece la presente antología.

Marta Brunet es por sobre todo novelista. Sin embargo, no es posible desglosar su obra cuentística de la novelística.

Si como novelista es uno de nuestros más genuinos escritores, el relato corto es para ella un instrumento de contundente eficacia emocional, descriptiva, lingüística. En lo primero, cala lo humano en su más estricta esencia. En lo segundo, el cuadro ambiental resulta casi siempre un aguafuerte. En lo tercero, se impone una fuerza renovativa que altera siempre y positivamente los relieves de cuanto conforma:

En verdad, es el cuento lo que permite apreciar más directamente a nuestra escritora en el abrazo que significa su obra frente a todo lo que corresponde a lo humano. Si queremos saberla criollista, no descuidemos sus relatos "Don Florisondo", "Aguas Abajo" y "Piedra Callada". (Y al decir criollista tomamos el término con sentido absolutamente relativo. Ya hemos dicho que el criollismo de Marta Brunet se muestra superado con una apreciación más universal del localismo ambiente.) Ahora, la psicóloga se halla vigilante en la totalidad de su faena realizada. La filigrana descriptiva de mujeres rasaduras por dentro y por fuera que son sus cuentos "Doña Tato", "Misiá Marianita" y "Doña Santitos" podría sobrepasar lo magistral. Los sutiles trazos del alma infantil se hallan definidos hondamente en sus narraciones "Francina", "La Niña que Quiso ser Estampa", "La Nariz" y "Solita Sola". De esta última, que constituye Una serie --prodigiosa aventura de la niña que ilumina laspáginas de "Humo Hacia el Sur"--, ha dicho Eduardo González Lanuza: "Solita es uno de los más definitivos caracteres infantiles de cualquier literatura". Por otra parte, Marta Brunet ha hecho concurrir a su obra diversos elementos objetivos y subjetivos ajenos a las costumbres literarias de Chile. En sus cuentos "La Casa Iluminada" y "La Mujer y Esa", se desplaza toda una suerte de matices subjetivos, acaso metafísicos, que señalan el ancho campo en que se mueve el talento de Marta Brunet. Como maestra de esto mismo, pero en un ángulo diferente, podría situarse su maravilloso cuento, de incisivo propósito moralista, "Dos Hombres Junto al Muro".

Por fin, abundar en búsquedas en la creación de Marta Brunet con fines específicamente literarios acaso esté de más. Hay que penetrar en sus novelas y cuentos con el afán natural de acercarse a lo humano, porque ella reúne en su expresión todo lo disímil y lo eterno de lo humano. Luego, abundar en adjetivos de elogio, tratando de dar mayor relieve a su obra, pudiera ser una redundancia. Sus libros se repujan en la medida misma del talento de la autora, que nunca desfallece y que permanece en los campos de la literatura chilena lozana y poderosa, audaz y plena, como ciertos árboles, como ciertos frutos, como ciertas montañas que nos pertenecen por siempre y para siempre.

 

Nicomedes Guzmán

Guzmán, Nicomedes. "La escritora Marta Brunet en las letras chilenas". Prólogo a Marta Brunet, Antología de Cuentos. Santiago; Ed. Zig-Zag, 1962, pp. 7-16.