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POESIA DE MARTA BRUNET

Hugo Montes

 

Ciertamente, Marta Brunet cuenta en las letras chilenas como una excelente autora de relatos. Cuentos y novelas, novelas cortas --géneros en que sobresalió-- le valieron un merecido prestigio y, casi al término de su vida, el Premio Nacional de literatura (1961).

¿Cultivó, sin embargo, otros géneros? ¿Se sintió atraída por el ensayo, el drama, la poesía? ¿O la inclinación a relatar la avasalló hasta el punto de no permitirle siquiera incursiones por el verso o la reflexión en prosa?

En el Segundo Encuentro de Escritores Chilenos, efectuado en Chillán, julio de 1958, la autora presenta dos trabajos: "Experiencias de mi vida literaria" y "El mundo mágico del niño". Colaboraciones periódicas suyas se encuentran, además, en diversos diarios y revistas, como El Sur de Concepción, La Nación y La Hora de Santiago, Caras Y Caretas y La Nación de Buenos Aires, Social de La Habana, El Espectador y Revista de las Indias de Bogotá, etc. De su interés por el drama, dan cuenta unas cuantas curiosas declaraciones a Raúl Silva Castro en 1929: "El teatro me atrae, pero no lo he cultivado todavía. Tengo intención de realizar algo que he pensado mucho. Se trataría de lo que dicen dos amantes cuando están juntos y de lo que luego, separadamente, hablan la mujer y el hombre con su doble respectivo. Tendría del teatro sólo el diálogo escueto, preciso, y el monólogo de los personajes. Naturalmente, sería irrepresentable". De la calidad de su epistolario, en fin, es poco lo que podemos decir, pues permanece inédito. Las cartas, en todo caso, que conocemos confirman el juicio muy positivo que Alone manifestó al comentar por primera vez Montaña Adentro.

Volviendo a la poesía, nos llama la atención un breve libro --Aleluyas para los más chiquitos, Universitaria, Santiago, 1960--. Está escrito en octosílabos pareados. Contiene siete composiciones de índole infantil, fábulas casi, donde los protagonistas son pequeños animales y de los cuales es fácil desprender más de una enseñanza. Se titulan así: "Conejín el tragón", "El mundo al revés", "Historia del Osito Goloso", "Historia de la Gallinita Negra", "El Tribunal de los Pájaros", "Una historia con pingüinos" e "Historia del Gato Guiña y la Gata Morisca". Ya los títulos de tres de ellas nos dicen de su carácter narrativo. Son historias, en verdad, de gatos, ositos y aves. Igual las cuatro restantes, de nombre menos evidente. Encantadores cuentecillos en verso para solaz y educación de niños pequeños. Es la madre narradora, la abuela o la vieja nodriza quien cuenta y adoctrina, la que "instruye deleitando", según decían los fabulistas de la Ilustración. La poesía está al servicio del relato, y éste de la moraleja que, aunque no formulada, se deja leer como realidad implícita en el conjunto.

Menos conocida es la breve colección de poemas de Marta Brunet que aparece publicada en uno de los cuadernillos "Hacia" que con tanto esfuerzo como calidad publica periódicamente en Antofagasta Andrés Sabella[1].

Editada en año 1957, contiene, bajo el título "Marta Brunet, Novia del Aire", tres Romances y dos Cantares, que van precedidos de un dibujo de la autora por Manuel Ángeles Ortiz, de un soneto de homenaje del argentino Eduardo González Lanuza y de cuatro poemas en prosa "en que estamos nosotros", según reza el curioso título. Por ser de difícil acceso, transcribimos el soneto de González Lanuza y los cinco poemas de nuestra autora. Escribe Eduardo González:

 

MARTA BRUNET

Tienes la gallardía de la nave

que a su destino avanza jubilosa,

la plenitud exacta de la rosa

que en el perfume de la rosa cabe.

 

Un aura leve te trasciende suave,

y en tus labios ingrávida se posa

una sonrisa misericordiosa

sobre el amargo rictus del que sabe...

 

Gozas la frágil claridad del día

con una secular sabiduría,

dulce es la sombra fiel junto a tu arrimo

 

que une la gracia fuerte de la encina

con la fresca opulencia del racimo

en ti, Marta Brunet, la campesina.

 

Los "Tres Romances" de Marta Brunei, llevan numeración romana y dicen:

 

TRES ROMANCES

 

I

Hora a destiempo en el tiempo

que no debió de sonar.

 

La creímos de alborozo

--flores sueltas del gozar.

La creímos de partida

--barquito del buen soñar.

La creímos de retorno

--con la carga de un cantar.

 

Era la hora de ambos:

pero no debió sonar...

Era la hora de ambos:

de hallar y de separar...

 

La creímos de alborozo

--fue espina para clavar.

La creímos de partida

--fue adioses para llorar.

La creímos de retorno

--fue senda sin regresar.

 

Hora a destiempo en el tiempo

que no debió de sonar...

 

 

II

Nos parecía la dicha

como si fuera un cristal.

Muro y no muro entre ambos,

viéndonos sin acercar,

se nos rompió, de repente,

quedamos sin separar.

Tu mano supo mi mano,

los labios largo besar.

 

Yo no quería caricias

--lentos dardos de angustiar--,

ni me quería por playa

que habíase de anegar.

 

Antes, que el muro existía,

podíamos acercar,

ahora que el muro no existe,

tuvimos que separar.

 

Rotos y finos cristales

nos hieren de soledad.

 

III

 

¿A quién pedirle piedades

óleo activo a este dolor?

 

Padre Nuestro de los Cielos,

costado roto de amor:

anudaste nuestras vidas

con la soga del dolor,

que es tan fuerte amarradora

como el goce del amor.

No te reprocho presencia

--larga lanza de dolor--,

ni te grito lejanías

para el eco de mi amor.

Me lo pusiste delante

--no supe que era el dolor--,

lo creí para mi dicha

transida por el amor.

Un encuentro y la partida

por senderos de dolor,

despedazados de ausencia,

hecho congoja el amor.

Hacia el mar su ruta sigue

a cuestas con su dolor,

hacia las altas montañas

esquiva voy con mi amor.

 

Padre Nuestro de los Cielos,

lacerado en el dolor:

milagro yo Te pidiera

--no sé cuál-- para este amor.

 

Los "Cantares" no llevan siquiera numeración. Este es su texto:

 

CANTARES

 

Estéril pedrusco ardido

que un rojo sol calentó.

Sola entre arenas sin vida

dejadla. ¡El amor pasó¡

 

¡Qué dulce flor de cantares,

si el cantar fuera de flor!

Boca de sangre lo dice,

sangre dicta el corazón.

 

Siete nudos en la entraña

y en la boca un anhelar,

denso destino de sombra

que nadie ha de desatar.

 

Beso que no doy

se hace canciones

que no dolores.

 

Agüita clara de arroyo

que cantaba a nuestros pies.

No nos decía mentiras

al augurar un querer.

 

Pasad...

No hay que buscarle los ojos

que los niebla el ensoñar,

ni mirar sus quietas manos

--no saben acariciar--

ni contemplarle la boca

ardida de esperanzar,

ni los cabellos rebeldes

que el viento debió peinar.

Dejadla pura en su halo

siendo tan sólo un cantar.

 

--Novia del aire --dijo--

del aire, sí.

Si te besa en la boca

lo hace por mí.

 

Calandria de la mañana

resuena en mi corazón.

¿Estás en árbol de huerto

y hablándome de mi amor?

 

Pinares para rumores

junto al verde de la mar,

pino verde el alma mía

al filo de tu cantar.

Sellarme la boca ardida,

hacer la voz sé callar.

Entraña de monte, piedra:

¡cómo fijas mi envidiar!

 

 

Llegaron a nuestras manos otros poemas, más elementales, menos logrados que los recién transcritos. Los agradecemos a Maruja Brunet Cáraves, prima hermana de la autora.

El fundador de la familia en Chile es Ignacio Brunet Artés, oriundo de Manresa, Cataluña. Llegó a Chile vía Buenos Aires a mediados del siglo XIX y se instaló muy pronto en Chillán, donde casó con Romualda Molina Urrejola, vinculada a la aristocracia penquista. Se conserva el diario de viaje, interesante y noticioso, de don Ignacio. El matrimonio Brunet-Molina fue muy fecundo. Dos de los hijos --Ignacio y Ambrosio-- casaron, respectivamente, con las hermanas Teresa y Presentación Cáraves de Cossío, españolas procedentes de Galicia. Maruja procede del primero de estos matrimonios; Marta, del segundo.

Los poemas, fechados en Chillá, años 1921 y 1922, están copiados --suponernos-- por la autora, con letra muy regular, en general clara y de lectura relativamente fácil. Forman dos cuadernillos en hojas escolares, de copia, numerados con cifras árabes. El primero desde la hoja 1 hasta la 13; el segundo desde la 1 hasta la 10. No han sido publicados jamás. Quizás la autora los consideraba obra menor, indigna del presti­gio logrado con su prosa. En su no publicación ciertamente tuvo mucho que ver el juicio negativo de Hernán Díaz Arrieta. Se titulan El cantar de los paisajes y La vida quieta. Corresponden a una experiencia de vida campesina y de pueblo, como las que tuvo Marta Brunet en su juventud, en el fundo familiar de Curacautín y en la sureña ciudad de Victoria. Son poemas de adolescencia, reveladores de vida interior, de sensibilidad fina, de amor a la naturaleza. Se dan en métrica variada dentro de esquemas tradicionales, con rima consonante y lenguaje sencillo proclive a las voces suaves y al diminutivo. El ritmo, a veces defectuoso, es acusado. Los traspasa una musicalidad evidente que recuerda el posmodernismo de la época. Igual cierta vaga religiosidad estética, de salmos, alma arrodillada, etc. Pero esto ni cierta "pedrería preciosa", como zafiro, regio tesoro y otros términos permiten afirmar que ellos procedan de una cantera literaria. Quizás sólo podría aducirse el nombre de Gustavo Adolfo Bécquer, remotamente presente en algunos textos. (Por ejemplo, en el comienzo de "La humilde canción".) No es la literatura la generadora de estos poemas, sino la realidad campesina que envolvió lo más de la vida de Marta Brunet. De allí voces como "gañán", "vaho", "greñas", "arroyo", "canturrea", que la autora prodigaría luego en cuentos y novelas. Eso y la paz profunda nacida de la mirada amorosa al campo, la tierra, el agua cristalina, es lo que prevalece.

Los publicamos con cariño, ciertos de que la valoración de la autora no cambiará mayormente. Pero, ¿cómo no dar a conocer el comienzo literario de una escritora justamente célebre? No es justo el silencio que la crítica de hoy observa respecto de Marta Brunet. Que ha contribuido a él la decisión suya de legar su obra a la Universidad de Chile, no cabe duda. A ver si estas líneas descargan siquiera en parte la responsabilidad de nuestra casa universitaria frente a su obligación de editar y reeditar lo que generosamente se puso en sus manos.

Creemos que estos poemas son los que la autora envió a Alone al comienzo de su vida literaria. El juicio del crítico fue bastante severo, según leemos en su comentario "La autora de Montaña adentro", ya en 1923: "La réplica no se hizo esperar: ella también escribió y nos mandó, para que lo júzgáramos, un cuaderno de versos. Poesías claras, bien hechas, demasiado sensatas".

Igual evocación hacía Alone en el Prólogo a las Obras Completas de Marta Brunet (Zig-Zag, Santiago, 1963):

"Comenzó como todos, por lo más difícil: los versos. Cuando tuvo reunido un cuadernillo, lo puso en el correo con la dirección del autor de aquella novela, su cómplice. Quería ensayar su efecto. Una cosa trae la otra.

Se comprenderá que pese al tiempo transcurrido, no hayamos olvidado la llegada de ese cuaderno de colegiala ni las líneas con letra de pata de mosca muerta, que lo cubrían.

Los versos estaban bien, como están bien los de Maupassant pero eran versos de prosista; las pocas frases de las cartas con que venían lo comprobaban tan brillantemente, que la respuesta de Santiago a Chillán no dejó sobre esto la menor duda.

A vuelta de correo "Montaña Adentro".

La autora no debe haber quedado muy alentada con estas críticas. Casi de manera subrepticia intercaló, sin embargo, algunos versos en sus escritos en prosa. Se les halla en diversos relatos, por ejemplo en "La flor del cobre", en la "Historia del ratón que engañó a la zorra", en "Historia de los amigos de Azulina" y en "María Rosa flor de Quillán". Y ya vimos que publicó tres romances y dos cantares en una revista.

Leyendo estos textos intercalados y los que ahora publicamos, pensamos que hubo una exageración negativa en este autocercenamiento; que la excelente prosista encerraba también buenas condiciones poéticas y que, de haberlas cultivado, pudo derivar en una poetisa más que digna. Pero este ya es el camino de las suposiciones. Contentémonos con leer lo que poseemos. Permítaseme en todo caso llamar la atención acerca de la calidad de algunas composiciones, como "Primavera" o "Campanas de Roma", en las que la palabra poética fluye con facilidad y expresa y comunica un sentir hondo, fino, delicado. El verso se acomoda bien a la visión lírica, las imágenes --algo manidas-- impactan, las reiteraciones tienen un claro sentido intensificador y, por lo mismo, se leen sin violencia. Son poemas que merecen ser rescatados y que acompañan adecuadamente a la autora de Montaña Adentro.

 

 

EL CANTAR DE LOS PAISAJES

 

 

EN LA PAZ DE LOS CAMPOS...

 

En la paz de los campos se desvanece el canto

de un gañán que regresa a su lejano hogar,

es una canción triste que rima con el manto

de la noche que llega e invita a reposar.

 

Los trigales de oro murmuran con el viento

de los álamos graves que desdeñan su afán;

el monte que ya duerme no tiene ni un acento:

sólo el pidén musita su angustioso refrán.

 

De los cielos profundos ha surgido una estrella

cual tembloroso lirio tomándose un zafir.

Y el alma le pregunta:

¿De las sombras que llegan renacerá tan bella

la luz esplendorosa que acaba de morir?

 

 

SANTA LUNA

 

Santa Luna: Tu luz alba

me penetra y llega al alma.

La despierta. Infla las velas

del ensueño y la esperanza

que orientados por tus rasgos

--milagrosa Santa Luna

que en un triple halo irisado

resplandece toda blanca--

van vogando por los mares

de bellezas irreales

de países ignorados!

 

 

LA HUMILDE CANCION

 

Son dos gotas

que en lo alto de la roca

brotan;

son dos gotas

que en la oquedad de la roca

chocan.

Y en acorde melodioso

cantan la humilde canción

de los arpes misteriosos.

 

Arriba la roca dura

abajo la agüita pura

que en fuente se transformó

y hacia los bosques abierta

de la gruta la gran puerta

que ningún pie traspasó.

 

Ya colmada la oquedad

perdió el agua su humildad

y los campos contempló,

y al caer la última gota

nota o gota, gota o nota,

por los prados se fugó.

 

El arroyo perezoso

que canturrea gozoso

de la gruta se olvidó.

¡Son tan bellos los paisajes!

¡Hay estupendos mirajes

con que nunca se soñó!

 

¿Qué dices agüita clara?

¿El ave que te rozara.

Y en tu espejo se miró?

¿Qué cantas agüita clara?

¿La pareja que se amara.

Y junto a ti se besó?

 

¿Qué copias agüita clara?

¿El cielo que te mirara.

Y en éxtasis se quedó?

¿Qué ríes agüita clara?

¿La historia que te contara

el viento que ya pasó?

 

Agüita del arroyuelo

¿no recuerdas la canción

de las dos gotas unidas?

Agüita del arroyuelo

¿no te produce emoción

la gruta que te dio la vida?

 

 

ESPIGA

Espiga

amiga:

los hombres te talan,te amarran, te paran

con otras hermanas que tanto te amaran.

Gavilla

amarilla:

los hombres te alzan, te llevan, te tiran

al monstruo de hierro, jadeante de ira.

Trigo

amigo:

en la desnudez que exalta tu oro

¡cómo le aprisionan cual regio tesoro!

¡Cómo te conducen, cómo te trituran

buscando la savia de tu carnadura!

Harina

tan fina:

¡qué toque golosa gustando la miga al

serte hecha pan recuerda la espiga!

 

PAGANA

 

Por la gracia de luz blanquecina

de luna en creciente

el agua en remanso

es noche profunda.

Palpita en su seno

la estrella inquietante

y la luna de hostia

baña su pureza

en aquella espejeante piscina.

 

Yo que amo la noche,

la luna de nácar

la estrella que silva;

yo que ansío siempre

en una hora loca,

hendiendo los aires,

llegarme a los astros,

desnuda me alzo

estatua de carne bruñida.

 

Pliega sus alas la brisa

y enmudece.

 

Lentamente me hundo en el agua

sin romper su calma

¿El agua? No. La noche

cuyo azul horado.

Voy hacia los astros

y alma a flor de labio

beso el agua, la noche, la estrella...

 

LAS CANCIONES DE LA TARDE

 

En el crepúsculo, muerte del día

dando a los campos su melodía

va mi cantar,

Despierta el eco de su atonía

encaprichado con la manía

de remedar.

 

Dicen los pájaros notas de duelo

al ver la sombra que invade el cielo

crepuscular.

Y la bandada tiende su vuelo,

van a sus nidos con loco anhelo

a descansar.

 

Trae la brisa de los jardines

todo el aroma de los jazmines

embriagador,

Trae las notas de los violines

que son dos almas que están afines

en el dolor.

 

En el azul prende una estrella,

la siguen muchas tras de su huella

de hoz astral.

Prestan las sombras su gracia bella

a los que quieren ser como ella:

inmaterial.

 

En el crepúsculo, muerte del día,

dando a los campos su melodía

va mi cantar:

entre las voces de su agonía

al par que canto, el alma mía

siento temblar.

 

PRIMAVERA

 

Va vestida de alba y avanza presurosa

sembrando el milagro de lirios y de rosas.

 

Para esperarla el monte cubre toda su halda

con el pomposo manto de color de esmeralda,

los bosques verdinegros remozan su andamiaje

con hoja, flor y nido que animan el paisaje,

y el arroyo que arrastra su caudal perezoso

al sentir que ya llega murmura muy gozoso.

 

Mas no murmura solo:

la brisa le hace coro.

 

Sobre la tierra en fiesta ha nevado sus dones

que confortan el alma y alegran corazones.

En un claro de bosque, ebria de vida ardiente

por el vaho de amor que perfuma el ambiente,

danza la sinfonía que forman en su honor

el agua con los pájaros, la brisa con la flor.

 

Es una mariposa,

una nube o una rosa.

 

Va vestida de alba y esparce por el mundo ,

la simiente de amor que lo hace fecundo.

 

MADRE TIERRA

 

¡Oh dulzura infinita de sentirme perdida

entre el cielo y la cumbre que en el azul se torna!

Mi carne macerada por la ingrata subida,

mis nervios que se agitan en vibración extraña,

mi pecho armonizando de su latir el ritmo

al que anima el paisaje,

mi alma arrodillada, musitando en un salmo

su ardiente admiración,

todo pregunta por mí:

¿Madre, piadosa Tierra; qué soy en tu regazo?

 

La cumbre cuya testa coronada de nieve

se besa con los cielos, me envuelve en un abrazo

y responde bajito: ¿Quién turba mi silencio?

¿Quién aleve

ha golpeado mi seno, y me ha llamado Madre?

 

MAGA RUBIA

 

Primavera:

 

Maga rubia que en el halda de tu traje,

las de siempre compañeras de tus viajes,

traes flores que desbordan por tu traje.

 

Primavera:

 

Maga rubia que a los hombres tu alegría

comunicas y en formada algarabía

te saludan con un himno de alegría,

 

Primavera:

 

Maga rubia que nos besas en la boca

y nos filtras ser adentro el ansia loca

de posar tu fuego santo en otra boca.

 

LA CIUDAD INGRATA

 

Un auto que frena, un coche, un tranvía,

las gentes que hablan y vienen y van.

¡Todo me es ingrato en la algarabía

de la gran ciudad!

 

¡Cuánta mujer bella, pero artificial!

¡Cuánto ojo brillante de sabio mirar

¡Cuánta frase vuelta tan superficial!

Ay! cuánta vanidad!

 

Los hombres que pasan no son mis hermanos,

a ellos los ciega la sed del placer,

¡ninguno vería tendida mi mano

pidiendo merced!

 

Prefiero la calma de mis campos bellos

que impregnan las almas en serenidad.

Palpita en su seno todos los destellos

del vivir astral.

 

¡Amo más la habla de un labriego rudo

que en el decir pone toda su verdad.

Tienen sus acentos para el pedir mudo

tanta humanidad!

 

RONDEL DE HOJAS DE ORO...

 

¡Rondel de hojas de oro

que en el polvo danzan

antes de morir!

¡Burguesitas rosas

que tras de ser buenas

quisieron vivir!

 

Pasóse el verano

mirando y charlando

en fútil reír

y si alguna de ellas,

en brazos del viento,

se. dejaba ir.

 

¡Cómo murmuraban

de la muy locuela

que quiso salir

a probar la vida

de las que se fueron

a ver y a sufrir!

 

Mucho murmuraban,

mas soñaban luego

que iban a huir,

quedo,

e inquieta, ninguna

podía dormir.

 

Llegado el otoño,

al beso del viento

se dejaban ir...

Pobres burguesitas

que tras de ser buenas

quisieron vivir.

 

TARDE DE OTOÑO

 

Por los cielos opacos se deslizan las nubes

huyendo presurosas del recio vendaval.

Y con las greñas sueltas, quejoso del azote

que fustiga su espalda, se refuerce el sauzal.'

 

El reseco potrero atraviesa el ganado

que medroso se agrupa en torno al pastor

y el corderito blanco que esa tarde ha nacido

se queda rezagado, balando con dolor.

 

Las nubes se ensombrecen, el viento ulula más

los árboles se quejan y sólo las cachañas,

las parleras comadres, con la verbosidad

de siempre van contándose, riendo, sus patrañas.

 

En un vaho de fuego agoniza la tierra

que a los cielos se rinde implorando merced.

¡Tanto viento nortino, tanto sol que la quema

han secado su entraña y se muere de sed!

 

TARDE GRIS

 

He bebido la infinita tristura

del crepúsculo invernal. Criatura

de emoción contenido como soy

no dejo ver en mí. Serena estoy

como la tarde que de tedio muere...

Tarde gris, opaca, tarde que quiere

engañar con la altura de quietas

nubes oscuras, sin brisa inquieta

ni trinar melodioso. ¡Tarde agonizante

sin gloria ni pena! Un instante

pueden engañar, mas ay! del que

penetre tu gran desolación, porque

enfermo de tu tristeza, irá sereno

en apariencia, como yo! Tu veneno es

sutil, se filtra lentamente

ser adentro y también lentamente

remueve los poros de amargura

que dejaron los años. Hay negrura

profunda en la tarde. Y en mi alma.

¡Mas ni ella ni yo perdemos la calma!

 

CAMPANAS DE ROMA

 

Campanas

Romanas

Campanas matutinas

que sonáis argentinas

campanas que al mediodía

vibráis con alegre algarabía,

campanas que en las tardes ardientes

tocáis el Angelus melancólicamente.

 

Campanas que a misa

llamáis con prisa,

campanas que volteáis a gloria

cantando victoria

campanas que dobláis a muerto

con acento incierto.

 

Esquilas de conventos

tristes como lamentos.

 

Campanas

romanas:

¡Tus acentos sobre la ciudad en calma

son voces del cielo que hablan al alma!

 

INVITACION

 

 

Ronda de niños.

Música de José M" Emadín.

 

Una compañerita

quiero para danzar:

que sea morenita

y que tenga un lunar.

Dame la mano niña

que vamos a cantar

dame la mano niña

que vamos a danzar.

 

Formemos una ronda:

la ronda del amor.

¡Que dé vuelta la ronda

como una gran flor!

 

Danza, danza, danza

¡niña!

¡no pierdas el compás!

Danza, danza, danza

¡niña!

¡no te quedes atrás!

 

 

LA VIDA QUIETA

 

CALLADAMENTE

 

Como me soñaste llegué calladamente

llevándote en las manos unidas

las rosas florecidas

en primavera ardiente.

 

Llevándote en lo hondo de dos ojos

la angustia de buscarte

caminando entre abrojos,

la angustia de llamarte

llena la voz de queja y de sollozo.

 

Ya te contaré. Ya la quietud brilla

en la luz que irradia mi mirada,

ya mi pie va seguro por la senda de la vida

y el labio que temblaba

quiero ya por tu beso, canta ahora el instante

en que cual me presentías en tu soñar constante,

llegué hasta ti llevándote amorosa

en mis manos de alba, un manojo de rosas.

 

TU ME DIJISTE: --ADIOS...

 

Tú me dijiste: --Adiós-- con balbuciente acento

que en lo más hondo de mi ser vibró.

Tú me dijiste: --Adiós-- con labio que temblaba

y en mis ojos una callada lágrima cuajó

y trémula refulgente

sobre las manos unidas la lágrima cayó.

Se hizo luz en nosotras, nos miramos

y nos vimos desnudo el corazón.

 

CHIST!

 

En la quietud matinal

siento el corazón sonoro,

como un cristal que vibrara

al leve choque de flor,

musitando muy bajito:

--¡Amor!

 

¡Chist!

 

Más bajo, aún, indiscreto

que el campo rumoroso*

oirá el dulce secreto...

 

INVOCACION

 

Tú no sabes --¡oh! Madre Pereza-- la monotonía

de las horas grises que transcurren lentas

sin leve esperanza de que llegue un día

que cambie su veste,

color de ceniza, de muerte

por el tono ardiente de las horas locas

que pasan fugaces, trayendo en la boca

el canto, la risa y el beso...

Tú que sabes de eso

¡oh! Madre Pereza, que en tu indiferencia

ves pasar la vida siempre soñolienta...

 

Quisiera dormir en tu seno, Señora Pereza,

mis hondas angustias, mis negras tristezas

y sin pensar en nada, ajena a la vida,

no sentir las horas porque estoy dormida.

 

FRIO

 

¡Pobres manos albas que se tienden locas

buscando el estuche de tus manos rudas

pobres solitarias que buscan el nido

que las cobijara cuando habían frío.

Y como no lo hallan se quedan tan mustias,

tan blancas e inertes, hay tal hielo en ellas

que me asusto al verlas, creyéndolas muertas!

 

OFRENDA

 

Como el agua que fecunda los eriales

yo te ofrezco, mansamente, mis caudales

de pureza, de alegría y de bondad.

¡Trae todas tus angustias roedoras

junta toda la polvada cegadora

que los hombres te arrojaron sin piedad!

Pastorea las quimeras que enfermaron

de tristeza y las alas replegaron

viendo cómo tú te entregabas tanto al mal.

¡Yo lo acepto todo opaco, todo muerto,

que mi linfa en tu espíritu tan yerto

será el agua que fecunde el Ideal!

 

SERENIDAD

 

Esta boca roja ansiosa de besos

¡que torva sería sin serenidad! ,

 

Estos ojos verdes cansados de espera

¡tristes brillarían sin serenidad!

 

Estas manos albas que tactan vacío

¡sarmientos serían sin serenidad!

 

Esta voz doliente que va interrogando

¡cómo angustiaría sin serenidad!

 

Este pensamiento que ciñe la muerte

¡enloquecería sin serenidad!

 

Esta vida opaca, vacía de amores

¡vida no sería sin serenidad!

QUISIERA

 

En la llama del sufrir

purificar el alma

y limpia de humana ansia,

subir,

--como humo que asciende--

diluyéndome en el Infinito.

 

LA MUERTE BUENA

 

Tras mis pasos presurosos

otros pasos van muy quedos.

Me detengo y en las sombras

hundo inmóvil la mirada:

sólo sombras me rodean,

mas los ojos tan videntes

de mi alma, ven las alas

que palpitan en lo negro,

ven las cuencas pavorosas

de la muerte que me sigue

sin descanso.

No la temo.

Compañera que al nacer

me dio la vida, caminamos

siempre juntas y me es grato

el pensamiento de sentirla

tan alerta, siendo proa de mis días...

 

Muerte, muerte, no te temo

que al cerrar con tus huesosas

manos frías mis pupilas,

a esas manos horrorosas

deberé mi libertad. Muerte buena

que palpitas en las sombras

con las alas descarnadas

todas trémulas...

 

Esas alas que al tocarme

me ungirán en su potencia

voladora y el espíritu triunfante

de dejar la carne feble

por espacios de infinitas

perfecciones, irá libre...

¡Irá libre hacia su Dios!

 

RUEGO

 

Madre:

 

Si llaman, si vocean la puerta

no me dejes escuchar,

soybil y si insisten estoy cierta

que con ellos he de marchar.

 

Madre:

 

De la vida son las voces que claman

¡me han hecho ya tanto mal!

Son las furias engañosas que llaman

insinuantes: Mujer, ven, sal...

 

Madre:

 

Del mundo que me hirió vengo herida

en tu regazo a descansar.

No el cuerpo, traigo el alma dolorida

¡tus besos me sabrán curar!

 

Madre:

 

No, mamá: pon tus manos en mi frente,

¡úngeme en serenidad!

se a mi amargor agua pura de fuente,

sacia, endulza mi ansiedad.

 

Madre:

 

Acúname en tus brazos amorosos

posa en mí tu calmo mirar

¡que tus cantos y tus besos piadosos

me harán toda vez olvidar!

 

PENA

 

¡Pena de saberte solo

sin poderte acompañar!

¡Pena de sentirte triste

sin poderte consolar!

 

Me trae el eco tus voces

que reclamándote están

y los labios temblorosos

me sella la voluntad.

 

No poder contar al campo

que en mi corazón estás,

para que el aire te lleve

mi amoroso murmurar.

 

No poder decir al agua

que por mí vaya a cantar,

aquietándote la angustia

con que vives de esperar.

 

No poder gritar al pájaro

que te cuente mi pensar,

en los días venideros

que sólo penas serán.

 

No poder confiar a nadie

que te quiero con afán,

aunque la vida y los hombres

nos hicieran separar.

 

¡Sólo yo mi pena guardo!

¡Sólo mía la amo más!

¡Quién al verme tan serena

mi pena adivinará!

 

¡Pena de saberte solo

sin poderte acompañar!

¡Pena de sentirte triste

sin poderle consolar!

 

REYES MAGOS

 

Reyes Magos: ilusión

de los niños. Esperanza que orienta

su juego y su canción.

Todo un año te esperamos, Baltasar

barba blanca. Temblor

tiene la boquita que pide: "De menta

las pastillas y un tambor

y un sable y un caballo en que montar".

 

Reyes Magos: la boquita

que tiembla, teme... Vuestra memoria

¡cómo será! Abuelita

suele olvidar las cosas, mas los reyes

aunque tan viejos tendrán

presente aquella triste lejana historia

del arañazo. Recordarán

las mentirillas y las rabietas... Reyes,

 

Reyes Magos: ilusión

de los niños: perdón

sed como abuelita: olvidad

y el zapatito blanco llenad,

¡llenad!

 

TE CONOZCO

 

Te conozco, viejito de luengas barbas níveas, tu bordón[2]* a mi puerta

ya ha llamado otra vez.

No sé de tu palabra que desgarra las almas,

yo sé de tu aliento que consume las ansias purificando el ser.

 

Pocos te aman porque pocos comprenden

tu enseñanza que es llama y es luz.

Atento a la llama quemante

el humano lamento se alza.

No soy como ellos viejecito de las barbas

níveas, yo beso la llaga y sigo la luz...

 

Mater Admirábilis

 

En púdico gesto que implora perdón

abre la madre su túnica.

Tiembla el seno henchido

y el pezón moreno,

la húmeda boquita

desdentada prende.

 

Y es admirable la sencillez arrobadora

con que la madre se exhausta

dando vida a la vida que adora.

 

 

 

Montes, Hugo. "Poesía de Marta Brunet", en Revista Chilena de Literatura Nº20. Santiago: noviembre de 1982

 

 



[1] El texto no aparece citado en la Cartilla Bibliográfica de autores chilenos que acerca de Marta Bruneti publica el Instituto de Literatura Chilena, Nº 1, Santiago, 1961.

[2] bordón bastón o palo más alto que una persona.

Agradezco a Ana María Cuneo la ayuda para leer este verso y otros, de letra original difícil.