>>Regresar

UNA HISTORIA QUE PASO NO MÁS...

 

Resulta que una vez la tía Olita dio una fiesta para celebrar el cumpleaños de Manuelito y había muchos niños invitados, todos muy elegantes, y en la mesa había tortas, dulces, helados, bonetes para cada uno y sorpresas de esas que hacen ¡PUM! cuando se las rompe, y antes de pasar al comedor hubo números de circo con tony y payaso, y uno de esos señores que sacan conejos chiquitos de los sombreros y banderas también. Y todos estaban muy contentos y se divertían mucho.

El primo Manuelito es muy moreno, con el pelo liso muy corto y los ojos como uvas negras que llegan a ser azules. Es muy dije, y como tiene una Miss que lo cuida, está tan bien educado que nunca se olvida de limpiarse la boca antes de tomar agua, ni pone los codos en la mesa ni se olvida tampoco de decir: "¡Perdón!", cuando tropieza con alguien en la calle. Y habla en inglés de corrido. Bueno; en cambio los otros primos hablan francés bastante bien, según dicen la madre Arlette, del Jeanne d'Arc, y el hermano Pierre, de otro colegio que nunca me acuerdo cómo se llama.

Resulta que todos estaban muy contentos y cada uno tenía su lindo bonete y bailaban y cantaban y sobre todo comían. Había muchos niños y no sé por qué todos eran morenos, con el pelo negro o muy obscuro, castaño, como se dice. Y resulta que había un niño muy elegante, con traje de esos que se ponen para ir a los matrimonios cuando son pajes de honor. Manuelito dice que se llama traje "Eton". Bueno. El caso es que este niño --que por primera vez iba a la casa-- no hacía otra cosa que dengues y no quería comer y dijo que no se ponía el bonete porque se iba a despeinar. Era un niño rubio con el pelo todo crespo y largo. Claro que era bonito, pero claro también que parecía un ángel de esos que sujetan los candelabros en las iglesias. No quería jugar con nadie y tampoco quiso bailar cuando la prima Bebita lo invitó con mucha gracia. En verdad que era un pesado antipático y nada más.

Y resulta que en la mesa, cuando estaban todos callados, de repente, resulta que entonces este niño dijo, con una voz muy aflautada y muy alta, para que nadie dejara de oírlo, al lindo:

--En mi casa dicen que tengo el pelo como un canastillo de oro...

Todos lo miraron. Ya les dije que su pelo era rubio, rubio y lleno de crespos largos. Pero era bien divertido que él dijera eso... Entonces siguió diciendo, con su voz bien chillona y fuerte:

--Siempre me dicen que tengo el pelo como un canastillo de oro...

Uno de los primos le preguntó, entonces:

--¿Le damos recibo?

Y todos se echaron a reir.

Pero él volvió a repetir muy ufano:

--Yo soy rubio, por eso tengo el pelo como oro.

--Como un canastillo de oro... --le corrigió el primo Alfredo.

--En cambio, ustedes tienen el pelo negro y lacio, como los araucanos. --Los miraba con insolencia, de uno en uno. Parecía el ángel malo de los libros de la Historia Sagrada.

Le hubiera pegado. Miré a los primos, a los otros niños. Todos tenían una cara de aflicción, casi de humillación. Pero Manuelito rompió el silencio y dijo, muy serio, muy doctoral:

--Nosotros no le damos importancia a eso de tener el pelo rubio o de otro color. Ya ves. Nosotros somos todos rubios, mucho más que tú, pero como estamos de luto, nos lo hemos teñido de negro. Eso es todo.

Y como nos quedamos muy seriecitos, haciendo con la cabeza señales de asentimiento, el niño rubio como un canastillo de oro no volvió a mencionar más lo que lo tenía tan orgulloso.

Y resulta que después, todos los otros niños se reían tanto, que la tía Olita creyó que les había hecho mal el dedito de vino dulce que les había dado.

 

 

BRUNET, Marta. Una historia que pasó no más... Las historias de mama Tolita. Obras completas de Marta Brunet. Santiago, Zig-Zag, 1962. Pp.330-331.