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HISTORIA DEL LOBO CUANDO SE ENFERMO

 

Resulta que una vez el señor Lobo estaba muy enfermo y nadie se comedía para ir a darle un traguito de agua ni para hacerle un remedio. El Lobo era el mismo que se encontró en el bosque Caperucita Roja, el que se fue a la casa de la Abuelita, se la comió, se vistió con su ropa y después esperó metido en la cama que llegara la niña para decirle que entrara, que las orejas le habían crecido para oír mejor y que los dientes eran tan grandes para mejor comérsela.

Bueno, todo esto ya lo saben ustedes.

Pero no saben que después que llegó el Leñador, cuando ya el mal Lobo se había comido a Caperucita Roja, y que abrió la guata del Lobo y sacó de su estómago a la viejecita aterrada y a la niña muy tranquila, ésta hizo que aquélla, muy ducha en medicinas, cosiera el animal dañino, y con ciertos emplastos de hierbas de la montaña lograra que las heridas cicatrizaran y volviera el Lobo a su cubil, arrepentido y contrito dispuesto por solemne promesa a nunca más comerse a las niñitas que atraviesan el bosque, ni a las abuelitas que las esperan en la cama rezando el rosario.

El Lobo cumplió su promesa. Pero no por eso dejó de comer corderitos y otros indefensos animalillos. Y siempre era él muy temido y odiado. Y, es claro, cuando se enfermó gravemente, nadie quería ir a darle un poquito de agua ni a hacerle un remedio.

Y resulta que entonces el Lobo empezó a dar unos grandes ¡ayes! de dolor, de hambre y de miedo, porque creía que de un momento a otro iba a morirse solito en su abandono. Y el Eco --que ya saben ustedes que es muy bueno para repetir recados-- se fue corriendo a contarle lo que pasaba a Caperucita Roja, que estaba ese día terminando de bordar un cubrepiés que le iba a regalar a su Abuelita.

Y como ya saben ustedes que la niña está llena de bondad, pues inmediatamente que supo la noticia se puso su capa roja, de la cual le venía el llamarla como todos la llamamos. Y muy ligero se fue por el bosque, hasta llegar a casa de la Abuelita, y pedirle que la acompañara a ver al Lobo enfermo.

Y resulta que juntas y con el canastito en que la Abuelita guardaba sus hierbas medicinales, atravesaron el bosque, camino del cubil del Lobo.

Este estaba hecho un grito, con un dolor terrible en el costado, porque lo que tenía era gripe.

Los Animales del bosque las vieron pasar llenos de aprensión, sabiendo que iban tan de prisa por ver al Lobo. El Eco había contado la noticia a todo el mundo. Y como las buenas acciones dejan siempre surco, tras los pasos de la Abuelita y Caperucita Roja se fueron todos a ver cómo estaba el enfermo, un poco novedosos y otro poco deseosos de servir.

Y resulta que cuando llegaron al cubil del Lobo, iba tras ellas una verdadera procesión que encabezaba la señora Zorra, siguiéndola la señora Rata del Campo, el señor Culpeo, la Sapa-Verde, la Sapita Cua-Cua, el Jote-Calchón y muchos amigos nuestros, todos en fila india para no molestarse unos a otros.

Bueno. ¡Hay que ver cómo estaba todo de sucio en el cubil del Lobo y cómo estaba éste de enfermo! Inmediatamente Caperucita Roja se puso a barrer y a limpiar. Y la Abuelita se puso a preparar sus remedios. Pero aquí fue lo lindo; cada uno de los Animales que venían detrás de ellas quiso ayudar en algo, y la señora Zorra del Campo, con su larga cola, se puso a barrer, y el Jote-Calchón y sus niños sacaron la basura, y la Sapa-Verde y los Sapitos-Guainas echaron agua en el suelo, y los Chincoles trajeron hierbitas suaves para hacer una cama nueva, y así cada uno ayudó en la medida de sus fuerzas, y al poco rato el cubil del Lobo era una verdadera casa, limpia y todo.

Y entonces la Abuelita le puso una cataplasma y le dio una taza de tilo, y ya el Lobo empezó a sentirse mejor. Y como se quejara de frío, pues nada menos que las señoras Ovejas del Prado vinieron a acurrucarse a su lado para darle calor con su lana.

Y el Lobo estaba cada vez mejor y en esto se quedó dormido dando unos tremendos ronquidos, que tenían muertas de risa -a las Cachañas, que ya saben ustedes que son muy alegres.

Así pasó un largo rato, y era ya casi media tarde cuando el Lobo despertó, muy contento porque ya se había mejorado. Caperucita Roja y la Abuelita le dijeron lo que habían hecho por él los Animales, y entonces el Lobo dijo que él iba a ser el Lobo Bueno y que todos iban a ser sus amigos desde ese día.

Y cumplió su promesa y- murió de viejo, cuidado por todos sus compañeros del bosque y por los hijos de Caperucita Roja, que eran sus más queridos amigos.

 

 

BRUNET, Marta. Historia del Lobo cuando se enfermó. Las historias de mama Tolita. Obras completas de Marta Brunet. Santiago, Zig-Zag, 1962. Pp.335-336.